Las crisis muchas veces
obligan a trastocar prioridades, forzando un equilibrio permanentemente cambiante entre lo
urgente y lo importante. Esta que nos toca vivir, no es distinta, comparte los
mismos patrones, replica comunes necesidades que la hacen una situación
excepcional, que como insólita y singular, requiere de unas medidas también
excepcionales. El ámbito educativo no puede ser ajeno a esta situación.
Desde el 13 de Marzo, familias,
alumnado y docentes nos encontramos ante un mar de ambigüedades, cada día más espeso y menos
claro, donde sin atisbo de tierra firme y ciegas de horizonte, ni se sabe cómo nadar ni hacia dónde dirigir los
esfuerzos, es más, a día de hoy ni sabemos la dirección de las mareas.
Ambigüedades y más ambigüedades,
muchas comunes en todas las etapas educativas y otras muy específicas y
particulares a cada una de ellas.
Sin entrar demasiado en la cuestión
de “desigualdad digital” o “carencia de recursos”, ya mucho se ha
escrito y leído sobre esto, y se seguirá haciendo, ya que todos los vientos
apuntan a esa continuidad de aprendizaje telemático basado en el teletrabajo,
opción que se suma como una ráfaga más a este deambular sin horizonte.
Es importante resaltar que en
nuestro sistema educativo más del 50% del alumnado de primaria no tienen esa
disponibilidad de recursos y su situación personal y familiar no es la más
idónea para emprender, menos ahora y a los pies de estos caballos, esta
aventura de lo telemático. Ese alumnado y sus familias, ni tienen disponibilidad, ni disposición
ni este Sistema que traspasa al educativo, lo permite. La desigualdad
social existente actúa siempre como techo al ascensor educativo, por lo que
esta continuidad de aprendizaje online acentúa y a la vez normaliza -ya que enfoca esta como única
opción- que nuestro alumnado de las primeras etapas educativas, siendo este el
más vulnerable por cuestiones de edad, necesidad de referente, etapa de
socialización fundamental, dependencia por falta de autonomía, destrezas sin
desarrollar, etc. se siga quedando atrás en su aprendizaje y en lugar de ser
una solución, solo sea
lluvia y más lluvia sobre su mojada realidad.
Nuestras autoridades educativas
andan estos días de reunión en reunión, con el pretexto de buscar la salvación
a este final de curso, entiéndase esto de salvar este curso, como algo que no se ha
pensado, ni tiene parecido con dar una respuesta equitativa a la necesidad de
educación y aprendizaje de todo el alumnado.
Cuando hablo de todo el alumnado,
hago referencia a la existencia de las muchas y diversas dificultades de
aprendizaje que se dan y tienen cabida en nuestro sistema presencial,
dificultades que no todas vienen asociadas a NEE, cuestión importante que nos
daría para hablar y reflexionar en profundidad sobre lo telemático y la educación
especial e inclusiva.
Sea por falta de recursos, recortes
en los medios, necesidad de modificaciones y adaptaciones continuas o
imposibilidad de seguimiento e intervención individualizada,-no sería difícil
seguir enumerando razones-, toda dificultad de aprendizaje no siempre recibe como respuesta
más idónea, el abocarnos a la metodología telemática para que todo siga igual
en el proceso educativo y se pueda seguir avanzando materia, mantener la disciplina de
trabajo, evaluar los contenidos, alcanzar los objetivos, etc. Por el contrario,
ello profundizaría en estas dificultades y acrecentaría las desigualdades,
convirtiendo de facto el tan repetitivo y resonante “que nadie se quede
atrás”, articulado al unísono por todas las esferas administrativas,
en un lapidario y lacónico “sigan salvándose quienes puedan”.
En ese querer salvar el final de
curso de forma injusta y sin equidad, nuestras administraciones deberían -juntas y guardando
la recomendada distancia de seguridad-, telereflexionar y caer en la cuenta que a veces no hay nada peor que una
crisis o una pandemia, para mostrarnos el
verdadero rostro de la situación en la que encuentra nuestra educación -con o sin confinamiento- y por ende, toda la comunidad
educativa de nuestra escuela pública.
Señorías y autoridades educativas
que se muestran interesados en esta nueva forma telemática de seguir
colonizando la experiencia educativa presencial, donde ven una oportunidad
única para que esta llegue y se quede para siempre, no hay mejor momento para
el “Business
as usual”,
sería deseable que manifestasen ese mismo ímpetu en
la protección de un sistema educativo público sin recortes y de calidad, donde
no falten medios adecuados, recursos necesarios, ni personal para que en esa
escuela presencial, contemplada como derecho insustituible, empiecen a
cuadrar desde ya todas las cuentas y con todo su alumnado dentro.
Hoy más que nunca es imprescindible
saber que el llegar a donde se quiere, casi siempre depende del sitio donde
se esté, y esa continuidad -injusta- de aprendizaje que se busca con lo
telemático, solo serviría para amplificar las dificultades y desigualdades que
ya existen y se dan tanto en el ámbito educativo como en el social.
Es por tanto prioritario atender lo
urgente. Dejarnos de más evaluaciones y lanzar un mensaje de apoyo, calma y
serenidad al alumnado y familias. Vayamos preparando lo importante: empezar a
pensar y repensar, cómo y desde dónde afrontar el próximo curso, para poner
toda la intención y asegurar todas las garantías posibles para que de todo
nuestro alumnado, ahora sí, de una forma verdaderamente decidida, ya desde hoy, nadie empiece
quedando atrás.
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